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“Todos los hijos, sin excepción, traicionan las expectativas de sus padres”


Lejos del Árbol: Historias de Padres e Hijos que Han Aprendido a Quererse. Madrid: Debate, 2014.

Lejos del Árbol: Historias de Padres e Hijos que Han Aprendido a Quererse. Madrid: Debate, 2014. Read an excerpt

por Héctor G. Barnés

El escritor británico-estadounidense Andrew Solomon (Nueva York, 1963) posee una mente privilegiada. Además de ser graduado en Bellas Artes y doctor en Psicología, es uno de los periodistas más influyentes del ámbito de la política, la cultura y la psicología, habitual en medios como The New York Times y The New Yorker. Su libro El demonio de la depresión fue finalista al premio Pulitzer en 2002 y ganador del prestigioso National Book Award, y fue incluido en la lista del magazín Time de los 100 mejores libros de la década.

Pero Solomon no sólo invierte su tiempo en escribir, además es uno de los más destacados activistas de la comunidad LGBT del mundo. Tiene dos hijos, uno biológico, que tuvo con una amiga suya, y otro adoptado, que vive con él y su pareja, John Habich, que a su vez tiene dos hijos biológicos, cuya madre es una amiga suya lesbiana.

Todo estos datos personales vienen a cuento porque el último libro de Solomon, Lejos del árbol: historias de padres e hijos que han aprendido a quererse (Debate), trata precisamente de las relaciones paterno-filiales. Para su realización, ha elaborado un estudio con más de trescientas familias que han tenido que aprender a lidiar con la diferencia, algo que el autor conoce muy bien, tal y como se desprende de las preguntas que ha contestado a El Confidencial.

En Lejos del árbol encontramos historias de gais, sordos, discapacitados, esquizofrénicos, autistas, etc. Son casos excepcionales. Sin embargo, usted apunta que todos los hijos, sin excepción, traicionan las expectativas de sus padres. ¿No es la decepción una parte esencial de la paternidad? ¿Y estamos todos, y en especial los padres primerizos, dispuestos (o preparados) para aceptarla?

Digo en el libro que “la paternidad no es un deporte para los perfeccionistas”. Es inevitable que todo el mundo imagine cómo quiere que sea su hijo antes de que nazca, y es también inevitable que el resultado no se parezca a lo que se había imaginado. La decepción es un elemento siempre presente, pero en la mayoría de los casos también se acompaña de una sensación de descubrimiento gozoso. Esto quiere decir que nuestros niños nos sorprenden tanto en formas positivas como negativas. Si no toleramos sus problemas, nos sentiremos muy deprimidos. A menudo pienso en las palabras de un sociólogo estadounidense que dijo: “No sólo cuidamos de nuestros hijos porque los amamos, sino que los amamos porque les cuidamos”.

El proceso de cuidar a alguien es extremadamente rico y gratificante y los niños que requieren una gran cantidad de atención son con los que a menudo formamos el vínculo más estrecho. ¿Están los padres primerizos preparados para esto? Es imposible estar preparado para ser padres. Es una situación que, por mucho que la hayamos planeado, siempre llega por sorpresa. Amamos a los niños por aquello en lo que pensamos en que se van a convertir, y deberíamos amarlos por lo que son, por lo que la transición entre un punto y otro siempre es tensa. Es útil conocer cómo funcionan estas dinámicas, porque son las que nos darán más control sobre el proceso. Eso es lo que he intentado explorar en Lejos del árbol.

(To read the rest of the interview, please visit El Confidencial.)